DRA. MARCELA LOPEZ- NEURÓLOGA
¿Qué problemas conlleva la epilepsia?
Si la epilepsia es debida a una enfermedad de base, suelen ser las limitaciones de la propia enfermedad las más importantes (retraso mental, parálisis, etc.). Los niños con crisis de origen desconocido, si están bien controlados, pueden hacer una vida prácticamente normal.
La actividad de un niño epiléptico no tiene por qué restringirse necesariamente, pero, a pesar de que el objetivo es controlar las crisis por completo, esto no siempre es posible. Si persisten ataques ocasionales, puede ser necesario limitar ciertas actividades que puedan poner en riesgo al pequeño.
Sin duda es potencialmente muy peligroso que el niño nade sin que le acompañe un adulto o monte en bicicleta si hay mucho tráfico. Un aspecto de especial preocupación para profesores y padres es cuál nivel de riesgo es el aceptable para un niño con epilepsia.
¿Puede llevar una vida normal, hacer deporte, nadar, acudir a actividades extraescolares (campamentos de verano, por ejemplo)? O, por el contrario, ¿debe estar especialmente protegido?
La decisión es difícil y depende en gran medida del tipo de crisis y frecuencia de las mismas. En general, es conveniente que lleve una vida lo más "normal" posible, para lo que se precisa una buena comunicación entre padres y profesores y un conocimiento de la enfermedad por ambas partes.
Los profesores y otros cuidadores, los hermanos y resto de la familia deben estar bien informados del diagnóstico y del tipo de crisis, de la medicación, de los efectos secundarios, de que deben de hacer cuando se presente una crisis, del médico o centro sanitarios que debe atender al niño si los padres no está localizables.
Los niños epilépticos tienen algo más frecuentemente problemas de rendimiento y adaptación escolares que los niños que no lo son. Lejos de aceptarlo como una fatalidad y escudarse en su enfermedad para justificar el hecho, debe actuarse como en cualquier niño con el mismo problema: valoración psicopedagógica, aula de apoyo, educación especial, adaptación curricular, etc.
¿Qué hacer ante una crisis epiléptica?
Ante todo, no perder la calma dejándose llevar por los nervios. Proteger al niño de que se dé golpes, pero sin sujetarlo excesivamente. Ponerlo en un lugar donde no se golpee: retire los muebles u objetos de su alrededor. Ponga una almohada o ropa debajo de la cabeza para que no se dañe.
Afloje la ropa alrededor del cuello. La posición más adecuada es tumbado boca abajo y la cabeza de lado, para que no aspire sus secreciones o un vómito. No ponga nada duro en su boca para evitar que se muerda la lengua. No intente abrirle la boca a la fuerza cuando la tiene cerrada y aprieta los dientes ni introducirle los dedos ni objetos en esa circunstancia. Anatómicamente es imposible que se trague la lengua.
Puede ocurrir en algunas crisis que se detiene la respiración durante unos segundos y presenta palidez o cianosis (color azulado). Espere a que se pase la crisis (lo que casi siempre ocurre en menos de cinco minutos). Permanezca al lado del niño hasta que la crisis se termine y vuelva a recuperar la conciencia. No intente echarle agua fría, zarandear al niño ni darle palmadas para que se recupere de la crisis.
¿Qué pronóstico tiene?
El pronóstico depende del tipo de epilepsia (tipo de ataques, electroencefalograma característico, edad), de si existe enfermedad o lesión asociada, de si se controlan o no los ataques con medicación, etc. En cualquier caso, el pronóstico de la epilepsia infanto-juvenil suele ser mejor que la del adulto. Muchos tipos de epilepsia infantil son benignos y la predisposición a convulsionar desaparece con el desarrollo.
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