La Organización Mundial de la Salud advierte que, a escala mundial, un 10% de los medicamentos es adulterado. Debido al deficiente control de seguridad, en algunos países de Latinoamérica, la cifra puede ascender al 30%.
Actualmente, en San José, Costa Rica, se discute por primera vez la venta ilegal de medicamentos y productos falsificados. Pastillas idénticas a las originales pero adulteradas con tiza, polen o harina; jarabes que no contienen ningún principio activo o que, aún peor, pueden incluir sustancias que causan la muerte. Gran parte de estos medicamentos piratas viene de China, país donde se puede obtener excelentes copias de casi todo, desde bolsos a abrigos. Y las medicinas no son una excepción.
Vacíos legales
Las imitaciones de medicamentos son muy refinadas, calcadas al milímetro, y las mafias consiguen colocarlas tanto en el mercado interno como en el extranjero, sobre todo en países en desarrollo de Latinoamérica o África, donde se benefician de los vacíos legales y porque los productos auténticos son inasequibles para gran parte de la población. Los países más afectados de Latinoamérica son Bolivia, Perú, Brasil, Paraguay y Colombia, aseguran expertos del sector, que explican que es difícil seguir la pista a estas medicinas porque pueden cambiar de manos unas 30 veces antes de llegar al consumidor final.
Dentro de China, los escándalos también se multiplican. El pasado enero, dos personas perdieron la vida en Xinjiang, en el noroeste del país, tras ingerir medicamentos falsos contra la diabetes. Seis meses más tarde, Baidu, la mayor motor de búsqueda en Internet, fue acusado de redirigir a los usuarios a páginas que vendían remedios falsos para la piel y para estimular la potencia sexual. Unas 3.000 personas resultaron afectadas.
Pero Internet no es el único canal de venta de estos productos, pues éstos son obtenibles en hospitales, farmacias e incluso en la calle. Existen tanto vendedores de segunda mano como compradores que se arriesgan a adquirir un producto falso porque no pueden pagar el original. Si bien no se cuenta con cifras oficiales ni exactas, según publican algunos medios chinos, en este país asiático mueren varios miles de personas al año por ingerir medicina adulterada.
Leche adulterada
Uno de los casos más sonados fue el de la leche con melamina, que las autoridades no quisieron hacer público hasta después de los Juegos Olímpicos del 2008. Al menos 6 bebés murieron tras beber esa leche contaminada, y otros 300.000 pequeños sufrirán daños de por vida. Este mes se supo que a unas 1.700 personas se les administró vacunas antirrábicas falsas en el sur del país. El drama es que algunas víctimas, además de no recibir compensación, suelen ser perseguidas para que sus casos no perjudiquen al Gobierno. " "A mi hija la llevamos a vacunarse de sarampión en el 2008, cuando tenía 8 meses. Tres días después le entró mucha fiebre y a los cuatro días empezaron las convulsiones. La vacuna era falsa y le provocó epilepsia," explica Chen, nombre ficticio que usamos para proteger su identidad, comerciante en la provincia minera de Shaanxi.
Medicamentos caducados
En el 2006, las autoridades sanitarias de Shaanxi, al suroeste de Pekín, llegaron a un acuerdo con una empresa privada. Según la investigación realizada por un diario chino, la compañía consiguió, por casi medio millón de euros, el monopolio de venta y distribución de vacunas. El empresario obtuvo un beneficio de unos 12 millones de euros en 2 años, aunque las vacunas llevaban meses almacenadas al calor y ya habían caducado cuando se administraron. Como consecuencia, varios niños murieron y centenares sufren epilepsia, como la hija de Chen, y otros daños incurables. Las autoridades no han condenado al culpable.
"Hace dos meses, acudimos al Ministerio de Sanidad en Pekín, pero nos detuvieron, y la policía local nos acusó de perturbar el orden público. Un abogado nos ayudó para protestar por vía legal, pero nadie quiere admitir nuestras quejas. El Ministerio nos prometió una solución, una compensación, pero no se nos ha reconocido nada todavía," se queja amargamente.
Evitar escándalo
Los señores Zhang y Ma están en la misma situación, prácticamente arruinados por pagar los gastos médicos de sus hijos, y vigilados las 24 horas del día por las autoridades para que no generen ningún escándalo informativo. "En el departamento local de salud me dijeron que las convulsiones no tenían nada que ver con la vacuna, pero yo investigué por mi cuenta y me enteré de que la vacuna estaba caducada," asegura Zhang, quien aún no ha cumplido los 30. "Mi hijo sigue en el hospital y su tratamiento me cuesta cada mes 1.200 euros. Ya nos hemos gastado más de 25.000 euros en su salud," añade.
A su lado, el señor Ma, asiente y explica su caso. "El colegio no nos llamó antes de ponerle la vacuna a mi hija, no pidieron autorización a los padres. Y luego nos enteramos de que la clínica con la que trabajaban era ilegal. No cumplieron el reglamento y el personal no estaba cualificado para vacunar, pero así ganaban dinero. A mi hija le inocularon una encefalomielitis, una inflamación del sistema nervioso central".
Ma ha acudido varias veces a Pekín para protestar ante el Ministerio de Sanidad. Nunca ha conseguido una explicación ni una compensación. "Hasta ahora no he pasado miedo, pero cada vez me siento más en peligro porque ya me han detenido dos veces y me han amenazado con que a la tercera me enviarán a un campo de reeducación por el trabajo. Cuando nos pillan nos mandan de nuevo al pueblo, no quieren que estemos en Pekín. Pero entienda que si nos hubieran dado una respuesta convincente no tendríamos que seguir
viniendo a la capital, a cientos de kilómetros. Tenemos familia, un trabajo...No venimos hasta aquí por gusto".
En Latinoamérica las posibilidades de comprar un medicamento falso son aproximadamente del 30 por ciento. En China a eso se le suma el temor de ser una víctima perseguida por las autoridades.
0 comentarios:
Publicar un comentario