viernes, 23 de octubre de 2009

Cómo hablar de sexualidad con los chicos



El modo en que se aborden con los hijos las cuestiones vinculadas a la sexualidad dependerá, fundamentalmente, de la concepción que de esta tenga la familia y de la naturalidad con la que sea capaz de tomarla.


Por lo general se escucha decir que a los chicos no hay que responderles más de lo que preguntan y ésto aplicaría para cualquier tema, no sólo para aquellos relacionados a la sexualidad. Esta es una postura que ya implica bastante, porque supone que el niño va a encontrar un adulto que resuelva la inquietud que se le presenta.

Otra cuestión que es fundamental a la hora de que ese intercambio de pregunta y respuesta sea valioso es el hecho de que el adulto no demuestre la sorpresa que le puede haber causado la pregunta del niño y que conteste con la verdad, sin caer en cientificismos ni en simplificaciones, con la misma naturalidad y con la misma actitud relajada con la que contestaría por qué hay que llevar a vacunar a la mascota de la casa.

Es claro que para que exista esta disposición a contestar cualquier cosa que el niño pregunte con absoluta naturalidad –es preferible obviar el “te lo voy a explicar cuando seas más grande”, porque si lo pregunta es porque le interesa ahora, aunque no sea capaz de comprenderlo en su totalidad-, es imprescindible que los padres asuman la sexualidad humana con naturalidad. Porque si para ellos es un tema tabú, de la misma forma se lo transmitirán a su hijo.

Y pensar en qué decir a cada edad es una preocupación que queda al margen si se respetan las preguntas y los intereses de los chicos: ellos pueden guiar cuán gradual o profunda será la información que reciban y no se van a “asustar” por nada que se les conteste. Por ejemplo, si un niño de seis años estuvo viendo televisión –aunque sea una propaganda- puede preguntar qué es un travesti, y en vez de pensar si debe saberlo a su edad, habrá que responder a su pregunta. Si no se conoce la respuesta, hay que decirles a los chicos que lo vamos a averiguar y hacerlo lo más rápidamente posible, porque por más que parezca que la inquietud se “diluyó”, el niño sigue esperando una respuesta.

A lo que sí hay que estar atentos es, por ejemplo, a los casos en los que los niños traen una pregunta que parece inadecuada para su edad o que demuestra un conocimiento de la genitalidad adulta que llama la atención. En esos casos, habrá que preguntarles tranquilamente quién les dijo eso o de dónde los sacaron. A veces estas preguntas son síntoma de casos de exceso de estimulación sexual –por ejemplo, chicos que estuvieron expuestos a videos o revistas para adultos- o, incluso, de algún tipo de abuso sexual.

Por otro lado, y yendo un paso más allá, también existe la posibilidad –y esto depende de la amplitud de cada familia- de que los temas de sexualidad no surjan solamente de una pregunta de los chicos, sino que sean tema de conversación familiar: por ejemplo, si la madre dice que se siente mal y le duele la panza, perfectamente puede explicarle a una criatura de cinco años qué es la menstruación, en lugar de usar evasivas o mentiras.

Lo mismo en relación a un turno con el ginecólogo, o a la elección sexual de algún familiar o amigo homosexual: se puede hablar con naturalidad del “novio del tío” siempre y cuando la familia lo acepte como un hecho natural.

Pero la realidad es que no todos los adultos están dispuestos o preparados para dar este tipo de respuestas y, siendo padres, habría que ir pensando desde que los hijos son bebés cómo le parece más adecuado a la pareja enfrentar estas cuestiones y analizar qué posturas tienen ellos mismos con respecto a temas como la homosexualidad, la anticoncepción, las relaciones prematrimoniales, etc. Sin duda, es necesario que primero lo tengan claro los grandes para que después puedan transmitírselo a los chicos.

Y con respecto a los libros o videos que existen en el mercado y que fueron preparados para explicarles a los chicos los cambios físicos y psicológicos que deberán transitar con la pubertad, así como cuestiones generales de sexualidad, será también una decisión de la familia el hecho de tenerlos en casa. Un libro de este tipo puede estar en la biblioteca de la casa, los padres pueden comprárselo al niño, mostrárselo y dejarlo ahí, para que él lo explore en la medida en que tenga ganas, pero de ninguna manera hace falta sentarse –a instancias del adulto- una vez por semana con los hijos a leer y comentar ese material.

Así como en casa no se “estudia” matemática –excepto cuando los padres colaboran con sus hijos en una tarea-, tampoco hay que estudiar “sexualidad humana”. Porque en el hogar –a diferencia de la escuela, donde estos conocimientos sí deben presentarse sistematizados-, el tema de la sexualidad debería ser tratado con la misma naturalidad con la que se habla de la alimentación, de la salud, de la vida y la muerte, etc.

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