Franco Varise LA NACION
"Como ya hemos tenido terremotos destructivos, vamos a volver a tenerlos, eso es seguro." Alejandro Giuliano, director del Instituto Nacional de Prevención Sísmica (Inpres), de San Juan, desliza la frase sin inmutarse. Al parecer, es algo sobreentendido entre los sismólogos. "El problema es que no sabemos cuándo va a ocurrir, porque no existe en la Argentina ni en el mundo un método para predecir un sismo", explicó a LA NACION.
Los expertos argentinos en sismología intentan explicar el "enjambre" de nueve temblores de mediana intensidad registrados entre el domingo y el miércoles pasados en territorio nacional. Ese fenómeno comenzó a ocurrir apenas diez días después del devastador terremoto en Haití, con lo cual, surgen interrogantes y muchas preocupaciones.
Giuliano está convencido de que no existe ninguna relación entre los fenómenos de Centroamérica y los temblores en la Argentina. Contrariamente, el especialista de la Estación Sismológica de Mendoza, Miguel Castro, no concuerda con esa visión y dijo que había una vinculación entre ambos, debido al movimiento de las placas tectónicas.
Sucede que la tierra, o mejor dicho la corteza terrestre, está subdividida en bloques que están en continuo movimiento. Esos roces liberan energía hacia la superficie y provocan temblores o sacudidas.
Las zonas sísmicas argentinas -provincias de la región de Cuyo, del NEA y Córdoba- sufren los resultados del avance de la placa de Nazca, en el Pacífico frente a Chile, por debajo de la placa Sudamericana en la cordillera. Cada tanto la tierra cruje cuando esa subducción, de entre 8 y 11 centímetros por año, libera la energía acumulada, explicó Giuliano.
En el último mes, según el Seismic Monitor, desarrollado por el Incorporated Research Institutions for Seismiology, ocurrieron 369 sismos en todo el mundo iguales o superiores a cuatro grados. Nueve de ellos sacudieron a varias provincias argentinas y provocaron temor en la población.
Esta sucesión de sismos no significa, de todos modos, que haya una mayor probabilidad de un terremoto destructivo, consideró Giuliano, al recordar que no hay instrumentos capaces de anticipar un movimiento sísmico.
La hipótesis de Castro acerca de la relación con el terremoto de Haití se basa en que la placa de Nazca se apoya, en una pequeña proporción, en la placa del Caribe, donde se ubica Haití, a la altura de Panamá. "La gente comúnmente interrelaciona todo y no está del todo desacertada", dijo Castro.
Giuliano vivió el terremoto de Caucete, una localidad situada a 30 kilómetros de la capital sanjuanina que, en 1977, hizo desaparecer al pueblo de la faz de la tierra. Ese temblor de 7,4 grados en la escala de Richter fue más grande que el Haití de 7,3 grados, el 12 de este mes.
"Tenemos que tener presente que lo que mata de un terremoto es el colapso de las construcciones. En Haití pudieron verse edificaciones de hormigón que se cayeron como un castillo de naipes. Eso sucedió porque no estaban levantadas de acuerdo con criterios sismorresistentes", dijo el especialista.
Las zonas sísmicas de la Argentina desarrollaron códigos constructivos para prevenir colapsos. Estos sistemas, según Giuliano, son muy difundidos en San Juan y en Mendoza y, en menor medida, en otras provincias como La Rioja, Santiago del Estero, Tucumán, Jujuy y Córdoba.
"La conciencia sísmica no es todo lo esperable y, por eso, hay que seguir trabajando para lograr un cambio de cultura; hay que entender que no es lo mismo vivir en San Juan que en Buenos Aires cuando pensamos en sismos", dijo Giuliano.
En 1944, un terremoto de grado 7,4 destruyó la ciudad de San Juan con un número de víctimas mortales que rondó las 10.000 personas, según informaciones recogidas en los archivos. Buena parte de la ciudad volvió a levantarse con estructuras sismorresistentes y, cuando llegó el terremoto de Caucete, en 1977, un pueblo situado a sólo 30 km de San Juan, los edificios de la ciudad capital de esa provincia no colapsaron, recordó Giuliano.
Preparación
"Los norteamericanos se están preparando desde hace 30 años para el «Big One» en la costa Este, porque saben que, en algún momento, un gran terremoto va a ocurrir", agregó.
El terremoto más grande conocido hasta ahora ocurrió en 1960, en Valparaíso, en el sur de Chile. Los testigos consignados en las crónicas de la época recuerdan que, primero, hubo un temblor de 7,3 grados y, cuando todos pensaban que ya había pasado lo peor, se produjo un terremoto de 9,5 grados en la escala de Richter. El fenómeno provocó un tsunami que en 24 horas alcanzó las costas de Japón, donde causó daños muy graves; en San Carlos de Bariloche, por ejemplo, desencadenó un seiche en el Nahuel Huapi (un tsunami de lago) que se tragó el puerto de la ciudad.
El registro de terremotos en el país es bastante extenso. En 1894 se produjo el temblor de mayor intensidad en el noroeste de San Juan, con ocho grados en la escala de Richter. Y el más destructivo, según los registros, fue el de 1871, en Mendoza, donde murieron unas 6000 personas de una población total de 18.000 habitantes.
"No existe otro secreto para evitar los daños de un terremoto que educar en las escuelas a los chicos sobre la importancia de las estructuras sismorresistentes y cómo actuar ante un sismo", concluyó Giuliano.
Puntos de vista
En opinión de Alejandro Giuliano, director del Instituto Nacional de Prevención Sísmica, el problema es que no se sabe cuándo va a ocurrir un terremoto, porque no existe un método para predecirlo.
Según Miguel Castro, especialista de la Estación Sismológica de Mendoza, existe una relación entre los fenómenos que ocurren en América Central y los temblores en el país.
domingo, 24 de enero de 2010
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