Con una procesión de características multitudinarias – alrededor de seis cuadras de extensión- el pueblo correntino ofrendó, como lo viene haciendo cada 3 de mayo desde hace 422 años, una gran muestra de fe enlazada con sus profundas raigambres cristianas y tradicional sentimiento, en la recordación del “Milagro de la Cruz”, la celebración más importante, junto con la de la Virgen de Itatí, del calendario católico local desde 1806. Los actos litúrgicos preparados para la oportunidad ante la “Cruz Fundacional”, fueron presididos por el arzobispo, monseñor Andrés Stanovnik y contaron con la presencia de autoridades provinciales y municipales, encabezadas por el gobernador Ricardo Colombi
También asistieron el vicegobernador Pedro Braillard Poccard, el presidente de la Cámara de Diputados, Pedro Cassani, el intendente Carlos Espínola; ministros y subsecretarios del Poder Ejecutivo, funcionarios comunales y del Poder Judicial.
Las actividades centrales que exceden el contenido religioso para transformarse en una actividad ecuménica, comenzaron hoy a las 9 de la mañana con una misa en los patios exteriores del templo, por encontrarse clausurado el templo a raíz de recientes derrumbes.
La tradicional peregrinación por las calles del centro de la ciudad, junto con las imágenes de otros santos y feligreses salió desde los jardines de la iglesia de la Cruz de los Milagros a las 16, y logró una extensión de alrededor de seis cuadras de fieles.
Su recorrido se inició por la calle Salta, hasta el cruce con 25 de Mayo para llegar a la Iglesia de la Merced, donde recibieron el saludo de la comunidad eclesiástica. Luego regresaron por Buenos Aires hasta Moreno y de allí hasta el Club San Martínb, donde, por las inclemencias del tiempo, se celebró la Santa Misa, a cargo del arzobispo Andrés Stanovnik quien pronunció una homilía.
Cabe destacar, que no es la primera vez que la iglesia de la Cruz está cerrada por derrumbes. En 1916 las torres del templo se cayeron, ocasionando el cierre del edificio.
Historia y tradición
Cuenta la tradición que los españoles, cuando fundaron San Juan de Vera de las Siete Corrientes, llamado hoy Corrientes, después de elegir el lugar y antes de levantar el fuerte, decidieron erigir una gran cruz, símbolo de su fe cristiana.
La construyeron con una rama seca del bosque vecino, la plantaron luego, y a su alrededor edificaron el fuerte, con ramas y troncos de la selva.
Construido el fuerte y encerrados en él, los españoles se defendían de los asaltos que, desde el día siguiente, les llevaban sin cesar las tribus de los guaraníes, a los cuales derrotaban diariamente, con tanta astucia como denuedo.
Los indios, de una naturaleza impresionable, atribuían sus desastres a la cruz, por lo que decidieron quemarla para destruir su maleficio.
Se retiraron a la selva, en espera de una ocasión favorable, la cual se les presentó un día en que los españoles, por exceso de confianza, dejaron el fuerte casi abandonado.
La indiada, en gran número, rodeó la población, en tanto que huían los pocos españoles de la guardia, escondiéndose entre los matorrales.
Con ramas de quebracho hicieron los indios una gran hoguera, al pie de la cruz que se levantaba en medio del fuerte. Las llamas lamían la madera sin quemarla; un indio tomó una rama encendida y la acercó a los brazos del madero; entonces, en el cielo límpido, fue vista de pronto una nube, de la cual partió un rayo que dio muerte al salvaje.
Cuando los otros guaraníes lo vieron caer fulminado a los pies de la cruz, huyeron despavoridos a la selva, convencidos de que el mismo cielo protegía a los hombres blancos. Los españoles, que escondidos entre la maleza presenciaban tan asombrosa escena, divulgaron luego este suceso, que no cayó por cierto en el olvido.
El milagro consistió en la incombustión de una cruz colocada en las cercanías del fuerte construido en el Arazatí. Algunas tribus atacaron dicho fuerte y al no poder vencerlo interpretaron que la cruz protegía a los habitantes de la nueva y pequeña ciudad. Procuraron destruir la cruz con fuego; pero ésta no entró en combustión.
La tradición no es unánime. Otra versión sostuvo que un rayo habría acertado y matado a varios aborígenes, quienes lo habrían interpretado como una intervención divina en favor de la paz. Otros relatos, en vez de un rayo, hablan de un “tiro de arcabuz” que habría sido interpretado como algo mágico procedente de la divinidad en favor de los españoles.
A lo largo de la historia son muchos los que han pensado que el milagro, más que la presencia de un rayo, de un arcabuz y de la incombustión, sería la misma paz; o sea, la posibilidad de que españoles, criollos y aborígenes pudieran establecer una convivencia con muchas dificultades, pero pacíficas.
En la Iglesia de la Cruz de los Milagros, en Corrientes, se encuentra hoy el madero. Está guardado en una caja de cristal de roca, donada por la colectividad española.
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